En un caso reciente de gran repercusión, los malos tratos a una niña de cinco años se prolongaron durante meses antes de que muriera a manos de sus padres, lo que plantea dolorosas preguntas sobre por qué los educadores no intervinieron a tiempo.
He seguido de cerca su cobertura del juicio por asesinato del padre y la madrastra que sometieron a su hija de cinco años a abusos prolongados, y me preocupa profundamente la forma en que este caso fue desestimado y tratado por la escuela y las autoridades relacionadas ("¿Fallaron las escuelas y el sistema de Hong Kong a la niña de 5 años asesinada por sus padres en un horrible caso de abuso infantil?", 15 de abril). Esta tragedia, como muchos otros casos de maltrato infantil, podría haberse evitado si se hubieran tomado las medidas adecuadas y se hubieran planteado los problemas.
El maltrato infantil es un asunto serio; los casos de sospecha de maltrato deben denunciarse inmediatamente a las autoridades.
Sin embargo, uno de los muchos problemas, al parecer, es que los profesores pongan en duda las palabras de la niña y/o se sientan reacios a denunciar este tipo de incidentes por miedo a arruinar la reputación de su centro escolar. En este caso, los profesores eran muy conscientes de las lesiones infligidas al pobre niño y había claros signos de maltrato.
El momento en que la familia retiró a la niña de la escuela fue una señal de alarma evidente y se debería haber actuado con prontitud. Tanto si el caso se había desestimado como si estaba pendiente de tramitación por el Departamento de Bienestar Social, la escuela debería haber alertado a las autoridades. Por desgracia, no se tomaron tales medidas y la niña desapareció en la niebla hasta que fue llevada inconsciente al hospital, donde se certificó su muerte en enero de 2018.
Aunque los padres son sin duda responsables de este crimen atroz, ¿no deberían las escuelas y las personas relacionadas ser responsables por no tomar las medidas adecuadas para prevenir tales crímenes? Los educadores son lo más parecido a la familia de los niños y serían los primeros en darse cuenta si un niño mostrara algún comportamiento atípico o signos de maltrato.
No actuar de inmediato no es otra cosa que ser cómplice del delito. Estoy consternado por el comportamiento negligente de la escuela, y profundamente entristecido por ver que las autoridades escolares valoran la reputación de su escuela por encima de la vida de un niño.
Como educadores, somos responsables de proteger el bienestar de los niños y no debemos ponerlos en peligro a sabiendas. Insto a las autoridades a que regulen cómo deben tratarse los casos de sospecha de maltrato infantil en las escuelas, y a que los educadores y las escuelas rindan cuentas en caso de que no denuncien estos incidentes a las autoridades.
