Advertencia: La siguiente historia incluye contenido que puede angustiar a algunos lectores.
Al saltar a las pistas exteriores en las mañanas heladas de Launceston, en el norte de Tasmania, esta jugadora de netball de talento natural se encontraba en su elemento.
Tras perder a su padre en un fatal accidente de coche unos años antes, Tiffany encontró la felicidad en estas canchas, una alegría que pensó que nadie podría arrebatarle. "Nunca habría percibido que allí sería donde conocería mi mayor amenaza", dijo.
La amenaza se disfrazó de ciudadano honrado. Era un médico y masajista voluntario de la Northern Tasmanian Netball Association, que también trabajaba como enfermero en la sala de niños del Hospital General de Launceston.
James Geoffrey Griffin tenía 58 años. Tiffany Skeggs tenía 11 años.
"Era un depredador en su patio de recreo", dijo la Sra. Skeggs.
"Tenía acceso a todos los niños posibles que quería utilizar y abusar de esa manera".
La Sra. Skeggs dijo que el abuso sexual comenzó con largos abrazos y besos, y rápidamente se intensificó.
A veces Griffin la recogía para jugar al netball los sábados por la mañana, y en el camino aparcaba el coche y abusaba de ella. También abusó sexualmente de ella en la sala de primeros auxilios del recinto de netball mientras estaba de servicio.
Dijo que la primera vez que recuerda haber sido violada por Griffin fue en su casa cuando tenía 15 años. Los abusos se produjeron con regularidad, a lo largo de varios años, y en varios lugares.
Según el escrito de pruebas entregado a los fiscales por la policía de Tasmania, obtenido por la Sra. Skeggs a través de una solicitud de derecho a la información, Griffin también le sacó fotos sexualmente explícitas y se las envió a un socio.
También se afirmaba que Griffin había contado a un socio cercano sus delitos contra la Sra. Skeggs y que había abusado de ella en fiestas organizadas por socios suyos. La Sra. Skeggs dijo que fue preparada para creer que ella era la única víctima de Griffin, hasta que un día en 2019 lo vio rodeado de niños en las canchas de netball. "Algo en mí simplemente hizo clic", dijo. "Ya no tenía otra opción.
"Me sentí como la única esperanza que tenían para no vivir la vida que yo llevaba".
